No busques una empresa perfecta. Busca una que haga equilibrio contigo
Por Mauricio Jaramillo Montoya
Durante años nos enseñaron que en el trabajo uno debe “aguantar”, “adaptarse” y “dar lo mejor”.
Pero nadie habla de buscar equilibrio.
Nadie nos enseña a mirar la relación con la empresa como eso: una relación. Y como toda relación, puede ser sana o desgastante. Puede ayudarte a crecer… o apagar tu energía.
Hablemos claro.
El amor en una organización no es romance. Es coherencia.
Trabajar en un lugar donde lo que se dice y lo que se hace no coinciden, desgasta.
El verdadero compromiso no se compra con frases de clima laboral. Se construye cuando las personas sienten que su tiempo, sus ideas y su esfuerzo tienen sentido.
Eso es amor organizacional: coherencia, no discurso.
No todo lo que parece ayuda, ayuda.
Un líder que hace todo por su equipo puede parecer empático, pero si no permite que otros se equivoquen o aprendan, está frenando el desarrollo.
Las organizaciones que “protegen demasiado” también estancan.
Ayudar es habilitar, no controlar.
El ego no se ve en el cargo. Se nota en las decisiones.
Cuando las decisiones se toman para tener la razón y no para resolver, el ego está al mando.
Y cuando se prioriza quedar bien antes que hacer lo correcto, lo que se daña es la cultura.
Las empresas maduras reconocen que no saben todo. Que necesitan escuchar. Que pueden cambiar.
Eso no es debilidad. Es evolución.
Aceptar no es resignarse. Es dejar de pelear con la realidad.
Hay cosas que no van a cambiar de inmediato: el presupuesto, el líder, el sistema.
Pero también hay cosas que sí pueden cambiar: cómo enfrentamos los retos, cómo comunicamos lo que incomoda, cómo actuamos frente a las decisiones.
Aceptar lo que es, es el primer paso para transformarlo.
No trabajes donde tengas que justificar lo que debería ser evidente.
Donde tengas que explicar por qué el respeto importa.
Donde debas pedir permiso para proponer.
Donde reconocer el esfuerzo de otros sea visto como debilidad.
El lugar correcto no es perfecto, pero es el que no te hace pelear por tu dignidad.
Y si no hay equilibrio, no es el lugar.
A veces el desbalance no es culpa de nadie.
Simplemente, lo que tú buscas no encaja con lo que la empresa puede dar.
O lo que tú ofreces no es lo que ese entorno necesita.
Está bien.
No todas las relaciones son para siempre.
Pero cuando encuentres una empresa donde hay respeto mutuo, retos que te desarrollan, espacio para ser tú y claridad para crecer, cuídala.
Porque eso sí es raro.
No trabajes para sobrevivir. Trabaja para construir.
El trabajo no debería ser un lugar donde uno se apaga, se encierra o se endurece.
Debe ser un espacio donde uno se desarrolla, se conecta y evoluciona.
Y para eso, hace falta algo más que un salario.
Hace falta un vínculo sano.
Hace falta equilibrio.
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