Evita que el impulso se convierta en impacto… contra la pared
Por Mauricio Jaramillo Montoya
Cada fin de año las organizaciones se enfrentan al mismo dilema: decidir cuanto y cómo aplicar los incrementos salariales.
Y aunque parece un proceso técnico que debe tener en cuenta la inflación, el presupuesto, la competitividad, el mercado, y demás, en realidad es profundamente humano.
Porque detrás de cada número hay una historia, una percepción y una emoción, la de sentirse reconocido, valorado y proyectado.
Sin embargo, lo urgente suele imponerse sobre lo importante.
Cuando los incrementos salariales se definen desde el impulso, porque “todos están subiendo”, porque “hay que fidelizar”, o porque “así lo hicimos el año pasado”, la decisión pierde su sentido estratégico y se convierte en una reacción.
Y toda reacción, por definición, llega tarde.
El problema no es el impulso. Es dejar que el impulso se convierta en impacto… contra la pared.
El impulso: el reflejo de querer resolver rápido
A veces las organizaciones se mueven con el corazón acelerado por la presión del mercado, la expectativa interna o los titulares de inflación.
Pero un incremento mal calibrado puede crear más distorsiones que beneficios:
Desajustes entre roles similares.
Saltos sin fundamento entre curvas de compensación.
Mensajes contradictorios sobre meritocracia o propósito.
El resultado, una estructura que pierde equilibrio interno y coherencia externa.
No por mala intención, sino por falta de pausa.
El análisis: el espacio de la pausa inteligente
Analizar los incrementos para 2026 no es solo mirar cifras. Es observar patrones:
¿Dónde está creciendo el valor real del rol dentro del modelo de negocio?
¿Qué capacidades serán críticas para el siguiente ciclo?
¿Qué brechas se amplían o se cierran al mover la curva de compensación?
El análisis convierte el impulso en dirección.
No frena la acción, la afina.
Permite que los recursos no solo se distribuyan, sino que se orienten hacia lo que sostiene el futuro.
El propósito: el marco invisible del equilibrio
En compensación, el propósito actúa como una brújula silenciosa.
Ayuda a distinguir entre lo que “conviene ahora” y lo que “construye mañana”.
Cuando las decisiones salariales se alinean con ese propósito, más allá del Excel, dejan de ser ajustes anuales y se convierten en señales de coherencia.
Porque en el fondo, el salario no solo paga el trabajo realizado.
También invita a quedarse, a crecer, y a creer en el rumbo de la organización.
2026: año de madurez en compensación
Después de varios años marcados por ajustes impulsivos debidos a causas como la pandemia, la inflación, la escasez de talento, la competencia, el 2026 debería ser el año del equilibrio.
Un año para consolidar políticas salariales más predecibles, curvas bien trazadas y decisiones que comuniquen estabilidad.
No es buscar que todo suba, es que todo tenga sentido.
Evitar que el impulso se convierta en impacto… contra la pared, es una invitación a respirar antes de decidir.
A no confundir velocidad con dirección.
Cada incremento es una conversación con el futuro, no con la urgencia del presente.
Los números pasan, pero las decisiones que tomamos con conciencia dejan huella en la cultura.
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