Lo invisible que sostiene a una organización
Por Mauricio Jaramillo Montoya
No creo que exista una alta posibilidad de que el líder de una compañía despierte pensando que su prioridad número uno será analizar las estructuras organizacional y de compensación de su empresa.
No porque no sean importantes, sino porque aún no es consciente de que, detrás de los organigramas y las cifras, existe algo invisible que sostiene todo lo demás.
Durante años hemos aprendido a mirar lo visible. Los nombres en los cuadros, las líneas que conectan cargos, los números que reflejan cuánto cuesta cada posición. Pero lo que realmente mantiene viva a una organización no está ahí.
Está en lo que no se ve, pero se siente. La forma en que las decisiones fluyen, cómo se coordinan los equipos, cómo cada persona entiende su rol y encuentra sentido en lo que hace.
Ese es el pulso real de la organización, el ritmo interno que da coherencia a todo.
Un organigrama muestra la forma, pero no revela el pulso.
Las cifras indican el costo, pero no muestran el valor.
Y sin embargo, la mayoría de los líderes siguen mirando la empresa desde la forma y el costo, sin advertir que la estructura es una consecuencia, no una causa.
Cuando un equipo funciona, no es porque los cuadros del organigrama estén bien conectados, sino porque las personas están bien relacionadas.
Cuando la compensación fluye de manera coherente, no es solo porque los salarios y demás componentes estén ajustados al mercado, sino porque existe una metodología detrás, un marco que permite definir criterios claros y comunicables sobre el valor que cada rol aporta al propósito común.
Esa metodología no solo organiza, da claridad.
Permite tomar decisiones con fundamento, explicar por qué algo tiene el valor que tiene, y asegurar que las personas comprendan cómo su contribución se traduce en reconocimiento.
En otras palabras, hace visible lo invisible.
Diseñar estructuras organizacionales y de compensación no es solo un ejercicio técnico; es un arte vivo que necesita método, escucha y propósito.
Es aprender a leer lo que no está escrito, a percibir las fuerzas que sostienen el equilibrio, a intuir cuándo algo late con coherencia y cuándo el ritmo interno se desajusta.
El día que un líder despierte y decida observar ese pulso invisible que une personas, propósito y valor, ese día no estará revisando un organigrama. Estará comprendiendo a su organización.
Las organizaciones no se sostienen solo por sus estructuras, sino por la coherencia invisible que las conecta y por la claridad que permite mantener su ritmo vivo.
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