En el trabajo, normalmente ponemos la cara del cargo: “gerente de proyectos”, “analista de datos”, “coordinador de talento humano”. Con esa etiqueta vienen expectativas, responsabilidades, decisiones. Aprendemos a movernos según lo que se espera de nosotros, y lo hacemos bien. Pero… ¿qué hay de lo que sentimos?
Flavita Banana lo ilustra con humor, pero también con una verdad profunda: “Todo el mundo me pregunta qué soy, pero nadie cómo estoy”.
Detrás de cada rol hay alguien que siente, que duda, que se cansa, que se entusiasma. Y esas emociones no desaparecen solo porque hay un título en la puerta.
Actuar únicamente desde el cargo nos hace eficientes, sí… hasta que dejas de serlo. Porque el agotamiento llega, silencioso y persistente.
Intentamos separar lo laboral de lo personal, pero es imposible. Nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones viajan con nosotros a todas partes. Y cuando ignoramos cómo estamos, la eficiencia se agota, la creatividad se seca y todo se vuelve pesado.
Cuando alguien te escucha de verdad, cuando tu emoción importa tanto como tu cargo, algo cambia. Tus decisiones se vuelven conscientes. Tus relaciones, más humanas. Tu trabajo, más conectado con lo que de verdad importa.
También debes preguntarte cómo estás, eso no es debilidad. Es valentía, es inteligencia emocional. Preguntas simples como: • ¿Cómo me siento hoy frente a lo que tengo que hacer? • ¿Mi estado interno está marcando mis decisiones? • ¿Qué necesito para estar presente, auténtico y equilibrado?
Detrás de cada título hay una persona que merece ser vista, comprendida y tomada en cuenta.
Preguntarte cómo estás y actuar desde allí no es solo un acto de humanidad. Es la manera más poderosa de ser profesional.